martes, 17 de marzo de 2009

Alejandro Dumas, el Conde de Montecristo


Ya era hora de rendir tributo al fénix de los ingenios de la literatura francesa. Como comprenderán, me refiero al gran Alejandro Dumas, padre, que, en palabras de Néstor Luján, dió al mundo la mayor de las novelas, "Los tres mosqueteros". Sin atreverme a decir tanto ni a enmendarle la plana al llorado maestro, sí puedo decir con total honestidad que Dumas ha sido un gigante de la literatura.

Hoy en día desterrado a los anaqueles de una mal llamada "literatura juvenil" por los perfectos ignaros que rigen nuestra cultura, por llamarla de alguna manera, sigue reinando, impávido y solitario, en un erial de mediocridades insulsas.

En otros momentos abundaremos en la inmensa obras de Dumas, e incluso hablaremos de su postrer obra, el "Diccionario Gastronómico", una opulenta y maravillosa muestra del derroche que tuvo el escritor en vida. Pero hoy, por ser éste blog el que es, tenemos el altísimo honor de ocuparnos de Edmundo Dantés, al que se conoce por el Conde de Montecristo.

La trama
Enmarcada en el más puro estilo folletinesco, Dumas - o sus "negros", que aunque fuera mulato él los tenía - hilva una historia en la que recorremos junto a su protagonista, un joven y alegre marino marsellés llamado Dantés, toda una suerte de desgracias y aventuras.

Conoceremos los calabozos de la prisión del Castillo de IF, sabremos de los piratas corsos, penetraremos en los conocimientos del Abate Faria, personaje que ya justifica por sí solo toda la novela, nos adentraremos en las misteriosas grutas de la isla de Montecristo - "No produce ni un bejuco", dicen al referirse a ella - y de ahí nos lanzaremos a la vorágine de una venganza y de una restitución.

Roma, Luigi Vampa, Franz d'Epiney, los Morcef, Mercedes, la família Morrel, el repulsivo Barón Danglars, el siniestro Villefort, su horrible esposa, Benedetto, instrumento de la justicia del Conde y acaso de la Divina Providencia, Haydeé y un puñado de caràcteres poderosos, fuertes, enormes como Caderousse o el gran Alí, esclavo y fiel servidor del conde.

Ediciones

Tantas como quieran. Si me lo permiten, existe una en castellano que se publicó no hace mucho por Debate, en un sólo volumen, que no está nada mal. Tienen también las de la Editorial Sopena, las lujosas y las de bolsillo, en dos volúmenes, con una traducción un poco más arcaica pero deliciosa. En francés, ni que decir tiene. No les canso recomendándoles ésta u otra porque es un libro que, afortunadamente, todavía resulta fácil de encontrar

Tan sólo me gustaría decirles que se sumerjan en la lectura de tamaña obra con el espíritu de la época, que desconecten el móvil, la televisón y el timbre; aislénse del mundo como aislaron a Dantés en aquella celda y compartan su desesperación y su deseo de justicia.

Porque, en éste mundo lleno de gente miserable capaz de las mayores bajezas, ¿quién no está expuesto a que las envidias y las malas artes no nos conviertan de una manera u otra en un Edmundo Dantés y se nos arrebaten todo lo que más queremos ?

2 comentarios:

Savalls dijo...

Y yo me pregunto, amigo mío ¿Cómo es posible que consigas coincidir tanto con mis gustos literarios y con mis protagonistas totem?

Dumas padre era un campeón. Alguien digno de morir codo con codo con Carmorán de la Alta Frente en la defensa de Andelkrag. Un amante de la belleza y de la aventura por la aventura. Un hombre que hizo muchísimo dinero y lo dilapidó con un estilo propio de George Best. Un mulato que construyó unos personajes que, ay de mi, dictaron mis valores personales. Los cuales, si bien es cierto, me hacen feliz pero no se ajustan, por trasnochados, a este amamarrachado mundo de color fucsia que nos ha tocado vivir...

Hélas... lo dicho... ¿Cómo es posible que El Conde de Montecristo no sea de lectura obligatoria en el colegio? Ostras! me olvidaba... los niños y las niñas no pueden leer estos libros porque están ocupados haciendo pan y clases de arte abstracto con plastelina...

Miquel Gimenez dijo...

¡Andelkrag! Nada más y nada menos que la fortaleza donde el mítico Harold Foster quiso que se reuniese lo último y más granado de la caballería trovadoresca de Europa. ¡Andelkrag! Refugio del Gay Saber y del espíritu de lucha, postrer bastión contra los hunos - evidente trasunto de los nazis que Foster utilizó en el Príncipe Valiente - y que se mantiene erguido en la memoria de todos los amantes del cómic y, porque no decirlo, del honor.
Elevemos nuestras copas llenas de hidromioel y brindemos, mi querido amigo, por Andelkrag, por Val, por Aleta y por Dumas, el Falstaff jocundo y sublime de la literatura.