sábado, 6 de junio de 2009

Casablanca


Un mito fruto de la improvisación

Si pensamos lo que el film Casablanca ha significado para generaciones de espectadores, cuesta creer que fue una película que se filmó a salto de mata, que el guión se escribía plano a plano, que podían rodarse varias escenas con argumentos diferentes acerca del mismo asunto y que tuvo varios finales hasta que la Warner optó por el clásico que todos conocemos.

Otra prueba de que las chapuzas pueden acabar siendo obras maestras está en el casting. El papel de Rick Blaine acabó en manos de Humphrey Bogart por puro azar. Cabe resaltar que ésta no es la única ocasión en que las sucesivas negativas de diversos compañeros suyos - especialmente de George Raft - le permitieron interpretar a personajes que, después de pasar por las manos de Bogie, han sido auténticos iconos en la historia del cine. Digamos, con un cierto estremecimiento de terror, que, para el papel que interpreta Bogart, se había llegado incluso a sugerir a ... ¡Ronald Reagan!.

Sea como fuere, el destino había querido que un director venido de Europa, gruñón y genial, filmase junto a un también puñado de exiliados del horror nazi y un par de estrellas de Hollywood la que hoy siempre aparece en cualquier lista que trate acerca de las diez mejores películas.

La trama

Casablanca, en plena segunda guerra mundial. Bajo el control de la Francia de Vichy, el contrabando, la corrupción y la esperanza de poder salir de ésa ciudad convertida en una ratonera son el pan nuestro de cada día. El Café Americano de Rick's es el punto álgido al cual converge toda la marea humana que busca alguna cosa. Rick Blaine es el americano propietario del café-garito de juego que goza de la tolerancia del Prefecto de la Policía francesa gracias a que le soborna espléndidamente dejándole ganar en la ruleta. Cínico, aventurero y aparentemente falto de escrúpulos, esconde a un hombre con un recto sentido de la justicia.

(Por cierto, la censura franquista omitió en el doblaje el hecho de que Rick había luchado en la guerra civil de España, cosa que sí aparece en el doblaje moderno, y en Etiopía, dejando tan sólo la segunda guerra. Era lo "políticamente correcto" por entonces)

Pero las cosas cambian cuando unos correos alemanes aparecen asesinados. Portaban salvoconductos válidos para cualquier persona. Un personajillo llamado Ugarte se los confía a Rick para, al poco, morir abatido por las balas de la policía de Vichy. Todo se ha precipitado con la llegada del Mayor Strasser , del Tercer Reich, y de Víctor Laszlo, héroe de la resistencia y buscado por los nazis. En teoría, está a salvo en territorio neutral, pero como muy bien dice Strasser a la bella mujer que acompaña a Laszlo "Mademoiselle, ya habrá visto que la vida en Casablanca tiene muy poco valor".

Con la historia de amor de fondo entre Ilse Lund, la mujer de Laszlo, y Rick, que se amaron en el pasado, y una serie de secundarios que merecen ser protagonistas, cuatro perras, y unos decorados que pretenden pasar por una ciudad marroquí y se construyeron en un callejón de los Estudios Warner, la trama se irá haciendo cada vez más y más grande... acaso más grande que la vida.

Los hacedores del milagro

Señalemos, de entrada, al ya nombrado Michael Curtiz, enorme director que con unos decorados de cartón piedra y un guión del que no sabía casi nada porque se gestaba minuto a minuto, supo hacer una película ganadora de tres Oscars. Ahora bien, sin Bogart ni Ingrid Bergman, quizás tal prodigio no se hubiera producido. Es tan enorme la magia que existe entre ellos, tan brutal su interpretación, sus miradas, sus gestos, que son lo mejor de la película.

Ni que decir tiene que Paul Henreid está magnífico en su, en apariencia, anodino papel de marido héroe - recuerden la escena en la que se dirige a la orquesta y les dice que toquen "La Marsellesa", haciendo que todo el café se ponga en pie y acallando a los nazis que cantan "Centinela del Rhin" - y que cumple a la perfección.

No olvidemos a un Peter Lorre haciendo de Ugarte. Su papel es breve, pero intencionado y brillante, así como el del Mayor Strasser, curiosamente interpretado por Conradt Veidt, un actor alemán que tuvo que huir de Alemania por ser antinazi y que nos asombró en su rol de "El hombre que ríe". Añadamos al siempre eficaz Sidney Greenstreet y hagamos un alto de reverente admiración hacia Claude Rains, que en su rol de Renault, el policía corrupto, pero bueno en el fondo, está a punto de comerse al resto de personajes, Bogart incluido.

Añadamos la magnífica banda sonora del siempre genial Max Steiner y la canción "The Times goes By" y ya tienen ustedes todos los elementos para gozar de una buena película en la que nadie creía.

Añadir que la película se basa en una obra de teatro de Broadway llamada "Todo el mundo va a Rick's" (frase que aparece en los diálogos de la misma) y que se debería erigir un monumento a los responsables del guión cinematográfico por las crujías que debieron pasar. Los nombres de aquellos héroes son los de Julius J. & Philip G. Epstein, basándose en la obra original de Murray Burnett y Joan Alison. Benditos sean.

La producción corrió a cargo de Hal. B. Wallis, un buen productor de la casa.

Ediciones

Hay muchas, pero les voy a recomendar una en especial: la Edición Especial Remasterizada que, con motivo del sesenta aniversario de la película, lanzó al mercado la Warner Brothers. Incluye, además del film, claro está, una cantidad sorprendente de extras como, por ejemplo, una introducción al film de mano de la mismísima Lauren Bacall, un montón de escenas eliminadas, la adaptación que en 1956 se hizo para la televisión, el documental "You must remember this: un homenaje a Casablanca" y muchas, muchas otras sorpresas más.

Es muy fácil de obtener en cualquier comercio y el visionado de la película vale tanto como el de los extras, lo que no es poco decir.

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