martes, 14 de abril de 2009
Los misterios de Londres
El nacimiento de la obra
En franca y abierta réplica a "Los misterios de París", de Eugène Sue, el prolífico escritor Paul Féval, bajo el seudónimo de Sir Francis Trolopp, decidió escribir éste folletín enorme, tremendo y divertidísimo.
No olvidemos que "Los misterios de Londres" se publicaron en el periódico Le Courrier Français entre 1843 y 1844, cuando el país galo hervía de excitación por éste género. El por entonces director del diario, Anténor Joly, se frotaba las manos ante el incremento de ventas.
Ni que decir tiene que el éxito fue tan clamoroso que en poco tiempo se llegaron a imprimir hasta veinte ediciones, lo que demuestra una capacidad de empatía con el público que pocos escritores han tenido.
La trama
Si decimos que es un folletin en estado químicamente puro, no exageramos un ápice. La novela contiene todos los elementos que hacen de éste género algo tan francamente entretenido: ladrones de cadáveres, complots contra el Trono, aristócratas del crimen, organizaciones secretas de malhechores, pasadizos subterráneos, pinceladas de sexo - sexo pacato, se entiende, que estamos en el siglo XIX - y un héroe enmascarado con un pasado tremendo a sus espaldas.
Alguien, sin duda con un punto de mala fe, ha querido encontrar en el aristocrático personaje de Rio-Santo a un ancestro de Montecristo. No es cierto y además, qué más da? Lo verdaderamente importante es que en ésta obra, prefacio de otras muchas, hijas de la fértil pluma de Féval, aparece, a mi modesto entender, su máxima creación: Los caballeros de la noche, también conocidos como The Black Coats, Los Hábitos Negros y tantos otros como traducciones existen de las obras de Paul Féval.
Ediciones
Desde su publicación en Francia, en España se multiplicaron las ediciones de éste folletín hasta bien entrado en siglo XX. En la actualidad, Celeste Ediciones, en su Colección Infernaliana, lo ha reeditado con mucho acierto y no es difícil de encontrar.
Por si les sirve de referencia, Féval es asimismo autor de clásicos como Enrique de Lagardère o El Jorobado. Ya lo ven, acción pura y dura con aquel sabor a clásico que tanto nos gusta.
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