miércoles, 15 de abril de 2009

Los negros de Alejandro Dumas


Una explicación

Según reza en el suplemento del Diccionario de la Real Academia Española de 1970, "negro" es una acepción de origen francés que, y citamos literalmente, "es el que hace trabajos literarios que firma quien trabaja anónimamente para lucimiento y provecho de otro". Añadamos que el término era de uso común entre la grey literaria y que no es la única. En la misma Francia, por vía de ejemplo, a los que se ocupaban en éstos menesteres a lo largo del siglo XVIII se les llamó asimismo "teintiers", tintoreros.

Todos éstos detalles los conocemos merced al gran Néstor Luján y a su libro "Cuento de cuentos", del que hemos extraído tal abundancia de datos, cultura y diversión que debemos agradecerle al tristemente desaparecido maestro no tan sólo ésta, sino toda su obra, tan epicúrea, tan sensual, tan documentada y civilizada en el mejor de los términos.
Sabiendo, pues, lo que es un "negro", literariamente hablando, hablemos, pues, de los que tuvo Alejandro Dumas.

Los negros de Dumas

Citamos aquellos que trabajaron para Dumas porque no hallamos menoscabo alguno ni para él ni para ellos, pues trabajar a la sombra de un gigante siempre prestigia a quien lo hace, y ser servido por amanuenses inteligentes honra a quien los escoge por su inteligencia al elegirlos. La gloria es abundante y no hay porqué negársela a nadie.
Dicho ésto, quede bien claro que, le escribieran más o menos, Dumas era siempre quien daba el toque final, la pincelada maestra, la frase decisiva, el personaje atrayente. Que requiriera ayuda no es de extrañar, pues su abundante producción le obligaba a ello. Fue un hombre voluptuososo y gentil, dos cosas que cuestan mucho dinero.

Por otra parte, el mismísimo Conan Doyle también reconoció haber "Comprado alguna idea que le ofrecían en varias ocasiones. Las ideas eran pagadas y luego las empleaba o no, pero en ningún caso se le daba crédito alguno a los inventores de las mismas". Son sus propias palabras, señores. Vemos, pues, que servirse de otros no es moneda rara.

Dumas - siempre que no indiquemos lo contrario es al Dumas padre a quién hacemos referencia - contó entre su aguerrida tropa armada con plumillas y tinteros a un tal Pascal, Auguste Marquet, fiel colaborador en la saga de los Tres Mosqueteros, Anicet Bourgeois, Durier, Brunswick, Cordelier-Delamorte, Goubeaux, Beaudin, Dennery, Gaillard, Jules Janin, Paul Menier, Fiorentino, Malefille, Georges, Hipólito augier, Ferande, Couailhac, M.M. Bourgeois, Laverdan, Vacquerie y el mejor, el único y divino poeta Gèrard de Nerval, autor del "Viaje a Oriente", que por sí sólo justificaría ya toda su carrera como escritor con nombre propio. El resto, no hizo nada más que ayudar a Dumas.

Añade Luján, no sin cierta malícia - el era un apasionado de Dumas - que a excepción hecha de Nerval, ninguno de sus otros colaboradores fue capaz, cuando escribió un libro propio, de legar a la posteridad nada con un mínimo de gloria, ni tan sólo un atisbo de la luz que ha arrojado y sigue arrojando sobre la literatura ése mulato llamado Alejandro Dumas, al que muchos de los que escribimos desearíamos haberle servido como negros, pues no hay deshonra en servir a un gran señor y si la hay en servir a un cretino.

No hay comentarios: