sábado, 16 de mayo de 2009

La Trilogía Dupin


El mejor detective de ficción es Auguste C. Dupin

No lo decimos en éste blog, lo afirmó en su día Sir Arthur Conan Doyle. Un elogio incontestable proviniendo del padre de Sherlock Holmes. Sin duda, el personaje de Dupin, definido por Matthew Pearl - ver entrada "La sombra de Poe" - como un investigador excéntrico y genial es una de las referencias obligatorias de la novela detectivesca en particular y de la literatura universal en general.

La Trilogía Dupin


Bajo éste nombre, y aprovechando el éxito de "La sombra de Poe", Seix Barral ha editado ésta pequeña joya que reúne los tres relatos cortos protagonizados por éste cerebro privilegiado llamado Dupin. Sus títulos, conocidos casi por todo el mundo, son los siguientes:

- "Los crímenes de la calle Morgue"
- "El misterio de Marie Rogêt"
- "La carta robada"


Con París a sus pies, y un Prefecto de Policía más bien obtuso, aunque tenaz, Dupin escucha, analiza, observa, razona, deduce, y resuelve el caso más abstruso con la misma facilidad con la que fuma su pipa de espuma de mar.

Prefiere estar a oscuras cuando se trata de reflexionar y fue el primero en constatar - aunque no lo dijera - que, cuando todas las posibilidades verosímiles se han desechado, la última que queda en pie, por improbable que parezca, ha de ser la auténtica.

De los tres relatos debo confesar que prefiero "La carta robada". La leí por primera vez a los nueve años en unos libro curioso que editó Selecciones del Reader's Digest, con el título de "Joyas del cuento norteamericano". Allí estaba, junto a relatos de Stephen Crane, Mark Twain, Ambrose Bierce, O'Henry o Washington Irving entre muchos otros.

Debo decir, en honor de quién fuera quién seleccionase los relatos, que supo escogerlos magníficamente: "Baterbly", "Un misterio de heroísmo" o éste que nos ocupa, "La carta robada". La sutileza del encargo que le hacen a Dupin, y que no es otro que el de recuperar cierta carta personal de un personaje real, el método intelectualmente brillante, el duelo de ingenios y el poético final me subyugaron. Todavía hoy, a mis años, me recorre un escalofrío de satisfacción cuando la releeo por milésima vez.

Ni que decir tiene que recomiendo éste libro vivamente. Comprénlo, léanlo, disfrútenlo, degústenlo y luego hablen de él a sus amigos y vuelvánlo a leer.

Por supuesto, la edición es de Seix Barral y se halla al alcance de cualquiera, en cualquier libreria. Tan solo añadir que, en ésta edición, la traducción es del mismísimo Julio Cortázar. Un lujo añadido.

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